lunes, 5 de abril de 2010

La orilla misma del mundo



Soñáme aquello que me prometiste. ¿Te acordás? – Con voz ronca, en su ojo una chispa (pedí un deseo) cae hacia el vacío del abismo que existe entre lo que es y lo que debe ser.

- La realidad es como una esposa que no te quiere. - Y  una sonrisita de guasón quiso desdibujar el verdadero sentimiento que le oprimía la respiración, entre el corazón y sus senos de ninfa, donde él imaginaba la orilla misma del mundo. Tirárse desde allí hacia la nada.


- ¿Te acordás? - Insistió.

- When the earth was still flat, and the clouds made of fire, and mountains stretched up to the sky, sometimes higher.- Recitó esa polaroid empolvada, hecha toda sonrisa, acaso haciéndose la loca, sobaba la servilleta como si tuviese ganas de quererla. 


 Él, conteniéndose,   le dio un beso en la frente y fue por otro litro.
 

Sí se acordaba.

Había anhelado desde hace tanto ese momento que lo creyó imposible, que cuando se levantó todo se llenó de la neblina de la madrugada,  la tela negra de los que mal duermen cada noche. La percepción fue raleando cada vez más, hasta que se vio de regreso en su cama, sudado, viejo, gordo, y sobretodo, olvidado.




Platicando con fantasmas, pensó. Frunció el ceño y apretó sus párpados hasta ver figuras, luego tomó un cigarro de la mesa de noches y encendió el televisor.