Este caballero montó su estudio cerca del Mercado Colón, me atendió en la calle con unas vibronas, pero me cobró cinco centavos por responder a mi pregunta, una que me tenía ahuevado. Cuando se la solté me contestó sin chistar: "No importa la fuerza de los que metás, si no aguantás los talegazos que vienen, mejor retiráte", sonrió y me extendió la mano. Le dí diez centavos y le pedí vuelto, como no tenía, me cobré con un par de fotos. Se me olvidó preguntarle el nombre.
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